martes, 10 de abril de 2012

Letritas para el alma XI


Dejé de buscarte cuando di cuenta.

Dejé de buscarte cuando di cuenta de querer más de ti que el cuerpo,
así comprendí lo que es la caricia de un ausente.

Ausencia soportada más allá de los muslos.
Muslos: pilares corpóreos del placer liado,
columnas frágiles, sostén del viento de la palabra del felón,
basamento del altar que se construye a un mal amor.
Amor sostenido pero ausente.

Esto tiene su origen en la saliva y fin en la lágrima,
ambos, bálsamos del amante que migra distintos labios,
uno unge el cuerpo,
otro enjuga el afecto.

¡Tengo miedo a evaporarme!,
hacerme aliento que termine dentro de ti,
terminar cautivo en pecho ahogado
y acabar siendo el suspiro de una realidad que no existe.

Estos miedos comienzan en cama pensándose amor,
fluyen en ríos que bañan distintos cuerpos,
hasta llegar profundo donde un abrevadero de agua pura,
no necesitado del poro, ni del roce, ni de la embestida para fluir,
bebida que termina ahogando cualquier gemido.

Dejé de gemirte cuando ya no eras cuerpo sino fuente,
estanque del pensamiento en quien se fue.
Eduardo P.G. 01/04/2012
Á. G. Cabrera 

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