Cercano el día de reyes, recuerdo esta
anécdota contada por mi abuela durante mi infancia, la narró al menos en cuatro
ocasiones entre una pieza de pan de grasa y leche caliente que nos daba en la
merienda, para aguantar el frío húmedo de las heladas en Guanajuato, de esas
afortunadas ocasiones en que nos dejaban quedar a dormir con su casa de
"santa teresa". Quedarse a dormir con la abue siempre fue genial…
Nacida en una propiedad familiar llamado
"Rancho Viejo", ubicado en Dolores Hidalgo Guanajuato, (lugar de
origen de una rama de los Alamilla, otra historia será), en aquella hacienda
pobre, tal como ahora, no existía contacto más que con la propia familia, la
tierra, los animales y la sierra de Santa Rosa.
Su madre, la bisabuela Nicolasa, “la perla
blanca,” un par de de enero, les decía
que rezaran con mucha fe para que los santos reyes se acordaran de ellos y les
trajeran algo, ella recuerda que tendría como ocho o nueve años cuando esto
pasó. Rezaban el santo rosario, le pedían al niño dios, mientras se consumían
las velas de cera de abeja; pedían por su mamá y su papá, los hermanos que
sacaban las vacas y las chivas al cerro, sus hermanas, la troje, la leche, los
quesos y el maíz, por las monjitas que les decían que rezar, por el agua de la
presa, para que los cristeros no se llevaran a las muchachas y… muchas cosas
más.
En alguna ocasión, del par de veces que
rezaron a los santos reyes, dejaron los únicos zapatos que tenían, ella (catita),
su hermana “mariquilla” y su hermana “lola”, no pudieron dormir, recuerda, de
la emoción por lo que les traerían los “santosreyes”.
Al amanecer no encontraron regalos, zapatos, ni nada... no había nada, era el segundo año que pasaba y la desilusión no calo tanto, las friegas en el rancho eran duras y de sol a sol. A la hora de ordeñar, descubrieron dos cabezas de monas desgreñadas en los corrales de las chivas, los perros habían encontrado el regalo de los santos reyes y acabó masticado entre la telera del aprisco, - hasta con los pinches zapatos cargaron los perros del rancho -; cuenta que duró como quince días descalza, después de aquél día, no les quedaron ganas de rezar, dejar zapatos, ni esperar muñecas, nunca recibió de niña unos “reyes”.
Cuando nos contaba esto, siempre decía que estuvo mejor que se las llevaran los perros, porque igual eran dos monas y alguna de ellas tres hubiera estado triste sin muñeca; fueron las únicas tres parientas, de doce, que mantuvieron contacto ya mayores, después de muchos años.
Ahí se le acabo a mi abuela, creo, la fe
en la oración sin sentido, pero cobró más fuerza en ella la fe y la oración con
acción y coraje, a lo largo de su vida la necesitaría en muchas ocasiones.
Faltarían poco más de dos años para que
viera por última vez a su mamá, papá y algunos de sus hermanos y hermanas.
Cumplía más o menos doce años cuando las mismas monjas que subían al rancho, le
pidieron a su mamá que se la prestaran
como criada, su mamá no le preguntó dos veces y ella decidió que se quería
venir a conocer la ciudad, a Guanajuato, nunca más volvió a Rancho Viejo;
escapó de las monjas al poco tiempo, comenzando a fraguar la propia historia de
esta ala familiar al margen de aquellas tierras serranas.
Esa primera decisión de vida, valor, en
una niña analfabeta, que al poco tiempo sería mamá a sus quince años de edad,
dio pauta para que el panorama fuese mejor en cada generación de nuevos hijos,
hija, primas, primos, nietas, nietos y quienes siguen.
El día de hoy, estoy seguro, la cuarta y
quinta generación de esta familia, recibió con entusiasmo y abundancia sus
lindos regalos de “reyes magos” o “santos reyes”. Quizá la gracia del regalo
recibido por las nuevas generaciones este día, tiene algo que ver con esa
primera decisión de una niña llamada “catita” que se decidió a dejar “Rancho
Viejo” para no volver… quizás.
Quizá el regalo, que con desilusión se
engendró en aquella niña de ocho-nueve años, cuando no recibió un presente de
los “santosreyes”, fue el coraje de salir hacia una ciudad que ella añoraba
conocer, viajar por otras tantas del país, sacar adelante a su familia en
diversas adversidades, a quienes, en sus diversos matices, engendró también
esta semilla de coraje.
El carácter de la abuela Cata se refleja
en su mensaje de año nuevo dirigido a quienes componemos esta familia, tomada
en video, a sus casi ochenta y ocho años de edad con copa brindando en mano,
dijo: - Les
quiero y les amo mucho, los tengo a todos en mi corazón y a sus familias.
Brindo por ustedes, pienso en ustedes y pido por ustedes… ya nos les digo más,
porque si no los voy a ofender por no venir a verme… pero les amo a todos,
donde se encuentren sean felices…-. Así sea, sean felices, ¡feliz día
de reyes a tod@s!
A.G. CABRERA 06/01/2017
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