Es otoño, según el hemisferio donde uno se encuentre, es la época de recoger las semillas, especias, hojas,
tallos, cortezas, granos y frutos secos, todo eso cuyos sabores son fuertes o sustanciosos. Algunas
culturas paganas y ritos neopaganos la denominan la época de la cosecha o del
descanso de la madre, es cuando Tierra comienza su letargo.
En distintos hemisferios del mundo se recolectan algunos de los frutos, plantas,
semillas, granos o delicias que definen gran parte de sus culturas, en Asia corren
tiempos de arroz, al Norte, de hongos, bayas, hojas, tallos y cortezas, en el Mediterráneo,
uvas, aceitunas y levaduras, en el Medio Oriente, café, dátiles y especias,
coincide también con las fiestas de la vendimia de muchas fincas y cultivadores.
Para nuestra cultura, en México, tiene una gran trascendencia también, es
la época en la que se recolectan los granos y semillas secos del maíz y frijol,
los chiles maduros y sus procesos de secado o curado, también comienza la
cosecha de calabazas, chilacayotes, camotes o tubérculos, así como el secado y
tostado de las mazorcas de cacao y sus granos; igual que de otras delicias heredadas, como las almendras, nueces, manzanas, perones, membrillos, granos de
café y muchas de las especias que dan sabor a nuestra cocina.
Es “Mabon” como le llaman las personas neopaganas o quienes pretendemos serlo,
yo lo castellanizo y asimilo más como “el tiempo de la cosechadora y de la
preservadora”, en esta ocasión se desarrolla desde estos últimos días de septiembre
y hasta octubre. Seguramente sus infancias también tienen noción de lo que
sucede a partir de este momento; de aquí a diciembre, nuestras casas comienzan
a oler a conservas, mermeladas, dulces, vinagres, aceites, harinas, pinoles, panes,
pastas, frituras, cristalizados, ates, cajetas, cuajadas, fermentos, hervores y
licores. Mucho de lo que inundará nuestros paladares en las mejores cenas de invierno.
Es el tiempo de preservar y resguardar la vida, de Diosas y sus manos, de alimentar con mayor diligencia el cuerpo, y yo digo que, también el espíritu. Es tiempo de conservar los
dones de Tierra para los momentos en que le es más difícil brindarlos.
Mi cosmovisión personal:
Muchos de los momentos más felices de mi vida comenzaron en las cocinas
de mi madre, abuela, tías y hermanas, ocurrieron en los otoños y los inviernos
que he dejado atrás; son los apapachos culinarios y de sabores que Cuerauáperi
y Metzaka le heredaron a mi familia. Cada que pruebo un bocado que se
preparó con la receta de alguna de estas épocas, les pienso y recuerdo, les llamo y les pregunto la receta de tal o cual platillo.
Una vez que asumí estas celebraciones a Diosa, llevo a cabo como un ritual
personal la preparación de mis aceites y bálsamos para cocinar el resto del año,
especialmente los que acompañarán muchas de las comidas o cenas fuertes que
suelo preparar para conocer, recibir o reencontrar a alguien que aprecio,
quiero o amo.
Estoy convencido que las esencias de estos aceites tienen la capacidad de confortar los corazones apesumbrados, todos aquellos que requieren algo de calor, que necesitan volver a aquello que llamamos “Casa” o al menos un bocado de hogar.
Estoy convencido que las esencias de estos aceites tienen la capacidad de confortar los corazones apesumbrados, todos aquellos que requieren algo de calor, que necesitan volver a aquello que llamamos “Casa” o al menos un bocado de hogar.
Comienza la época de la preservación, preserven todo lo que les importa,
aprendan a hacer algo que lleve un ingrediente de las cosechas de esta época, honren a lo que aman o quienes aman con esto, apapachen con sus manos y sus creaciones.
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