viernes, 2 de diciembre de 2016

Reseña: "La vida que soñamos" de Raúl Portero.

Somos nuestros sueños, más aun los que se nos han truncado.

Si una frase podría resumir las sensaciones y emociones que sentí al leer al joven talento del escritor Raúl Portero, es la anterior.

Sus textos son la estructuración estética de la vida, pasiones, ligues y amor profundo de un gay promedio, particularmente destaca, con todo y  lo que me hizo sufrir, la novela: “La vida que soñamos”, hermoso y crudo texto que nos pone frente al espejo de las luchas que habiéndolas perdido nos hacen capaces de reaprender a amar, salir a flote y volver a construirnos un proyecto de vida con alguien.

Historia del amante que más que idílico se convierte en nuestro cómplice, con el que llegan a darse batallas que se resuelven tarde, aún cuando ya ha partido, de esas que no nos derrotan, nos llenan de furia y nos hacen llevar la esperanza en la fuerza de haberlas sobrevivido.

“Nada mejor para conocer una persona que metérsela en la boca”, metáfora ruda que utiliza Portero en uno de sus capítulos, me evocó un tanto el movimiento beat, donde la crudeza del placer y del cuerpo, nos enfrentan en el juego de palabras de éstos elementos, con profundas emociones humanas. Hablar de alguien a quien rendimos el cuerpo debe ser con noción de causa y con conciencia de lo que puede hablarse de nosotros, verdad que debe tener presente “quien no soporta la idea del sexo por el sexo” aunque le encante y sea parte de su ser en el mundo gay.

Con las personas que se aman siendo gay sobran las palabras, nunca faltan las certezas, se aprende a vivir construyendo la propia noción de amor y de fidelidad, se aprende a ser profundamente humano.

Los juegos de tiempo que utiliza en su novela, nos evocan diversos momentos de nuestra vida como hombres que aman a otros hombres, como cuando la memoria se te pierde por instantes estando con un nuevo gran amor en el recuerdo de otro pasado, aunque en esencia son lo mismo. “Carlos no consigue frenar las lágrimas que brotan de sus ojos” nos narra contundente en uno de sus capítulos.

Es un texto donde se disfruta el duelo y sus epifanías, el duelo de los “adioses apenas audibles”, de la vida antes y después de él, de la cicatrización de los corazones rotos, de la rabia de sentirse partido por una despedida no esperada. No es un texto apto para duelos presentes, sino para fortalecerse en la memoria de los ya superados, es sobre la melancolía que nos hace mejores personas.

Es una novela de la esperanza que se logra aferrándose a la esencia de lo que amamos, de quien nos amó, de lo que fue y será. 

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