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"Aylan",autor deconocido, Banksy; 2015. |
Para mi
sobrina Carly (mariposa),
niña-mujercita
formada en la solidaridad.
Primer
parte, LA MISERIA.
Hace cuatro años una
imagen rodeó al mundo, Aylan Kurdi, niño que huía del horror Sirio, murió
ahogado junto su madre en su intento de escape a Europa; su cuerpo en las
costas turcas parecía dormido soñando en los juegos y el futuro que esperaba
alcanzar más allá del terror y pobreza de la guerra, nos dolió como humanidad
por los hubiera que en pocas manos quedaron. Inspiró sendas expresiones
artísticas que espero le hayan construido el cielo que en vida no tuvo, éstas
aún arrancan lágrimas.
Hace cuatro días los
cuerpos de Oscar y Valeria Martínez sucumbieron en las corrientes del Río Bravo,
yaciente, permanecía sujeta a la playera que su papá ató entre ambos; parecía
dormida soñando en una mejor vida que nunca será, me dolió como humanidad por
las decisiones que en pocas manos quedan y sellaron su destino. Aún me arranca
tristeza la imagen, no he visto aún alguna expresión artística hacia ella.
Valeria Martínez y Aylan
Kurdi habrán de encontrarse en el cielo de los hubiera, al que se llega por el
camino de las buenas intenciones que a veces también conduce al infierno; ambos
son víctimas de la miseria como negación de bienestar, sinónimo de pobreza
material, imposibilidad de subsistencia y necesidad de sobrevivir, la miseria
que debemos contener y erradicar con derechos, equidad, inclusión, pero más
aún, con solidaridad.
La otra miseria, las más
perniciosa y que no tengo dudas que está
presente en nuestra sociedad mexicana, es la miseria humana. Manuel Montalvo en
su ensayo sobre la Miseria y el Mal, sostiene que el principal error frente a
la malicia o miseria humana, es dudar de su posibilidad y pensar que nos es
ajena como personas. Una de sus expresiones es la vileza presente cuando el
interés propio deja de lado cualquier sesgo de compasión por un tercero.
Sin duda esto pasó en el
juego de dimes y diretes políticos en el que muchos cayeron ante la tragedia de
Valeria, abrumaron las expresiones de racismo, las burlas, el clasismo, las
disertaciones mordaces y la xenofobia. Esas voces las leí con el mismo horror y
repulsión con las que he visto en los noticiarios cómo se patea a un linchado
inocente.
Esta miseria humana no
dudó en utilizar los cuerpos de Valeria y su papá como materia de politiquería,
tornándose en dos bandos; por un lado, los que asimilaron su desprecio al
mandatario y sus políticas en un rechazo a cualquier migrante que pueda ver una
oportunidad en México atraído por los dichos y programas de éste, por otro, los
que apoyando la política anti migratoria reciente de nuestro gobierno,
sentenciaron bajo la consigna de que lo merecieron por traernos a cuestas sus
problemas al país, los prejuicios surgieron tanto de perfiles que se asumen de
derecha como de izquierda.
En México no hubo
esperanza para Valeria Martínez, tampoco arte para su cuerpo inerte, ni paraísos como los de Aylan, predominó el odio espetado con politiquería.
La miseria humana prejuzgó, juzgó e inventó falsos silogismos desde su propio
interés o simpatía. Con palabras la lincharon apenas siendo una bebé de año y
medio, miseria humana.
Segunda Parte, LA NOBLEZA.
Siempre
he creído que ante la imposibilidad de brindarle una buena palabra a alguien
que sufre o que ha padecido una desgracia lo mejor es guardar silencio, no fue
el caso de quienes opinaron sobre lo acontecido asumiendo la diatriba xenófoba
como premisa de sus dichos.
Considero
que el ensayista Rob Riemen, cuando escuchó las historias familiares del
holocausto cargadas de desesperanza, rencor, horror y abandono social, se
cuestionó lo siguiente: ¿qué propicia que una persona pierda su sentido
empático ante la desgracia?, ¿cómo hacer frente a la maldad y vileza avaladas
por la mayoría?, ¿cómo evitar la colectivización y normalización de estos
fenómenos?, son preguntas recurrentes en muchos de nosotros y presentes cada
cierto tiempo en las sociedades.
La
respuesta de quienes asumimos una postura más empática ante la tragedia de
Valeria, so riesgo de ser sujetos también del linchamiento verbal de los bandos
a los que me referí, se sustentó en argumentos cargados de reflexión,
compasión, respeto, esperanza, humanidad, solidaridad, llamados de paz e
incluso de misericordia; sin embargo, la visceralidad también nos arrolló; en
tiempos de miserables, hablar en pro de la dignidad de las personas es un acto
de valentía.
La
palabra misericordia tiene la misma raíz que el de miseria, misere – desdicha o desgracia, pero se
acompaña también de la raíz cordis – corazón,
corazón ante la desgracia; si bien es un concepto que remite a nociones
religiosas, su acepción más amplia es la benevolencia por quien sufre. Ésta,
más los valores y virtudes antes enumerados, conjuntados con la valentía, es lo
que Riemen engloba en su ensayo “Nobleza de Espíritu, una idea olvidada” bajo
el concepto precisamente de Nobleza de Espíritu.
La Nobleza
de Espíritu debe prevalecer ante acciones que impliquen el dolor y sufrimiento
inmerecido, se sustenta en los valores de empatía que el humanismo ha
construido en pro de la preservación de la humanidad, los que deben ser un
ancla ante la tragedia ajena y se refuerza en dos premisas fundamentales: La no
claudicación de la Libertad de Conciencia y la preservación del propio Pensamiento
Crítico, especialmente frente a un interés particular o efímero; quien renuncie
a éstas por su mero beneficio o convicción, acabará justificando todo, incluso
el genocidio.
El
interés político sustentado en la polarización, que ha terminado por generar procesos
como el holocausto, conlleva lo que Thomas Mann evidenció cuando sostuvo: “la política (contextualizada cómo
sinónimo de politiquería) no está
facultada para prometer la felicidad”, ésta normalmente deja de lado la
empatía por el diferente, construye rivales ficticios en la mera discrepancia
de opinión y tiende a inventar culpables de la propia ineptitud. Declinar la
conciencia crítica y la libertad de opinión ante la simpatía o animadversión
partidista, nos acerca a los lindes de la miseria humana, pasando incluso por
encima del cadáver de una bebé ahogada.
Mi madre
y mi abuela continuamente me hicieron reconocer y comprometerme con la verdad e
incluso pedir disculpas o perdón por dichos que sustenté en la mentira, sin
saberlo asumieron lo que Camus propuso como piedra angular del compromiso con
la verdad, si confesáramos públicamente que nos hemos equivocado, asumiríamos
con recurrencia la cimentación de valores en pro de la verdad y en lo sucesivo comenzaríamos
a actuar en pro de su consecución, preservación e ilustración en
beneficio colectivo. Quizá mi abuela y mi madre no sepan quién es Riemen, ni
que habló de la Nobleza de Espíritu como antídoto a la Miseria Humana, pero
siempre han entendido lo que es una persona noble y el don de gentes.
A.G.
Cabrera
26/junio/2019
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