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Eros y Anteros en conflicto... |
Hoy, ante el inminente archivo en
comisiones por el PAN de la iniciativa de Sociedades de Convivencia en
Guanajuato, lo cual no sorprende ante el accidentado camino que no se preparó
por parte de quienes presentaron y cabildearon la iniciativa desde el congreso
y ante lo conservador, homofóbico y machista de muchos líderes del PAN, en
torno a un debate del matrimonio gay que no lo es tal, sino más bien un tema de
regulación patrimonial de la convivencia entre personas, aún en las relaciones
hetero de unión libre que ellos incluso forman, o de la protección en el concubinato, que llegan a tener también , conozco dos casos de panistas en tal situación; me
permito compartir una experiencia personal y una reflexión intrafamiliar que
vivimos dentro del maravilloso evento de la boda de mi hermana este sábado, en
torno a la religión, la política y la dignidad de las personas:
(Nota curiosa es la cantidad alta
de militantes diversos - gays principalmente - entre sus filas, entre ellos mi ex a quien amé,
y ahora solo le tengo aprecio y tristeza por el rumbo que siguió su vida
amorosa ante la profesional por su partido, pero ese es tema aparte)…
Antaño recuerdo, en mi breve
acercamiento y adoctrinamiento que tuve hacia la iglesia católica (el cual
recuerdo curiosamente con mucho cariño), conocí un par de sacerdotes en la
parroquia de Marfil con mucha conciencia y vocación social; uno de ellos, el
padre Gonzalo, ya retirado en biblioteca por una afección de garganta que le
limitó la capacidad vocal, y otro ahora inmiscuido en misiones de caridad en Centroamérica,
de quien no recuerdo su nombre. Tales sacerdotes eran muy apreciados en la
comunidad por las constantes iniciativas sociales que tenían en beneficio de la
comunidad, yo tenía once años de edad y más que permanecer durante ese año encerrado
aprendiendo rezos y letanías como preparación para la llamada “primera comunión”
(y última en mi caso), nos la pasábamos los niños y jóvenes llenando bolsas de
arroz, frijol y pastas que se conseguían en donación para distintas zonas
pobres del municipio; dentro del reconocimiento que tales sacerdotes tenían,
destacaba la sensibilidad de sus sermones en eventos de gran importancia hacia
las personas, así en el sacramento de la confirmación se le podía escuchar
pronunciar con cariño la parábola de mateo donde Jesús hablaba de la inocencia
de los niños, si se trataba de la navidad se escuchaba un discurso sobre el
amor al pobre o la solidaridad o el perdón, si era un matrimonio los altavoces
de la parroquia difundían un mensaje sobre las bondades del amor según el
evangelio, eran misas llenas de bastante feligresía y de puertas abiertas.
Y ¿para qué este rollo de mi
pasado infantil con la religión católica?; por lo siguiente, desde hace trece años
a la fecha o un poco más, las pocas ocasiones que me he permitido entrar a una
misa, he escuchado sacerdotes más interesados en hablarle a sus superiores
jerárquicos que a su feligresía, desde que son las gacetillas dominicales de “Gaudium”
o el obispado las que determinan el tema o tópico a tratar en las homilías he
escuchado más a políticos con piel de cordero que a predicadores en el púlpito,
a personas (cada vez más pocas) que repiten entre dientes oraciones rituales
que no cobran sentido en su ser, al igual que niños que acuden a catecismos
donde ya no se llenan bolsas de arroz y frijol para pobres, sino la cabeza de
rezos y frases memorizadas que les dan sueño. Y… ¿ a qué viene todo esto?, a lo que sucedió
el sábado en la misa de boda de mi hermana, ahora entiendo por qué; este fin de
semana la diócesis de Guanajuato dio la consigna de hablar en todas las
homilías en torno a la “naturaleza” del matrimonio (entendido como hombre y
mujer que solo se unen para tener muchos hij@s), ante la inminente votación de
la ley de sociedades de convivencia en el Congreso; la boda de mi hermana no
fue la excepción. En el púlpito de la iglesia de San Diego escuché más a un
sacerdote político que con arengas fustigó por más de veinte minutos a los
legisladores que promovían iniciativas “que destruyen a la familia y promueven
la aberración y el pecado”, que a un sacerdote elevando las virtudes del
sacramento que por amor debe unir a un par de fieles católicos, como era el
caso de mi hermanita y mi cuñado. Dato adicional: en la misa estábamos reunidas
personas agnósticas, ateos, evangelistas cristianos, católicos y metafísicos,
gays y heterosexuales, cuya único aliciente que teníamos para asistir a tal
rito era compartir la felicidad de este par seres queridos que sin lugar a
dudas lo serán.
Al momento de las arengas anti gay
y anti reformas, mi madre (católica en la que me preció de reconocer todo lo
que implica ser un cristiano) me susurró al oído: “por estas ofensas hacia la
dignidad de muchas personas, es que la iglesia se está quedando cada vez más
sola”, al tiempo que mi hermana mayor expresaba su encabronamiento de otra
manera (“pinches padres políticos”, creo que fue su expresión). Otros diez minutos
dedicó su sermón a la necesidad de inculcar a los hijos que procrearan la
religión católica, un par de minutos a orar el “yo pecador”, otro tanto a pedir
por el bienestar del papa Francisco, el señor obispo “n” y otras autoridades
eclesiásticas, el resto de tiempo, quince minutos, a concluir el sacramento
matrimonial. Un sacerdote político, más que uno humanista en resumen.
Al salir de la homilía recibí una
serie de abrazos de algunos seres queridos, y comentarios del tipo “está muy
mal que se entrometan en política y más en este tipo eventos tan relevantes
para las personas”, mi respuesta era de no preocupación, hace tiempo que me
vacune a las opiniones de ministros religiosos, no me afectan en lo personal,
quizá sí en lo social. En charla posterior con mi madre ella me compartía: “qué
no se darán cuenta los religiosos, que si bien pueden no estar de acuerdo con
un estilo de vida, con sus palabras puedan estar sembrando el odio y la
división entre la sociedad, al contrario de lo que el propio cristo hizo en
torno al perdón y la redención de personas consideradas excluidas de la
sociedad o pecadoras”, profundizaba más mi madre: “Qué no se darán cuenta en la
iglesia que muchos de las personas de pronto más participativas, emprendedoras,
devotos o incluso impulsoras de su catecismo de pronto son los propios gays y
que con sus palabras los lastiman”, mi punto de vista es menos romántico, “la
religión debe quedarse en los templos y en la esfera de toma de decisiones privada
de las personas”. Sin embargo sí me
preocupa la influencia negativa que tales pronunciamientos puedan tener en el
ámbito de vida de otras personas, todo aquello a lo que llaman aberrante,
antinatural, pecador, destructor de la familia, perverso, peligroso, etc., es
solo parte del amor de una persona. Al tiempo que reflexionábamos esto, recordábamos
otro evento familiar donde las ideas partidistas del sacerdote ofendieron a mi
familia por nuestra entonces militancia política, mi madre decía, “lo más
triste es que últimamente utilizan la misa de navidad…“ (del cristo que pugnó por el perdón y criticó
cualquier forma de poder político) “para atacar a las personas como los gays,
diciendo que son peligrosos para toda la humanidad, es como escuchar cosas
nazis de nuevo… por eso la iglesia está cada vez más sola”, sí madre, por eso
ya no vamos a la iglesia contigo.
Los sacerdotes
creen que las personas que aún acuden a sus homilías o los rituales
sacramentales lo hacen por la necesidad de tener la boleta por la que se paga
un mínimo de mil quinientos pesos donde dice que se recibió tal sacramento, no,
las personas lo hacen, o al menos es el caso de mi hermana y mi cuñado, por la
necesidad de acercarse a su Dios y por el amor tan grande que se tienen y
necesitan sacralizar ante éste, punto, ellos son un mero conducto que pudiere
no existir pero que es necesario por costumbre.
Este fin de
semana fue de gran expectación en mi familia y alegría, dos personas queridas unieron
su vida y lo celebramos. Un día después, en las calles de Guanajuato marchaban
padres y madres de familia junto a hijos e hijas, que no celebraban, lucían
molestos y enojados mientras eran arengados con coraje por políticos del PAN gritando
consignas a favor del matrimonio entre un hombre y una mujer, de la familia “natural”,
de la felicidad de los niños, etcétera., (¿quién está en contra de ello?, yo
no, ni ninguno de mis amigos y ex novios gays que he tenido, al contrario
celebro que las personas se casen y quieran tener hijos o hijas en el amor,
como es el caso de mi hermana); pero
también, en tales arengas políticas, se gritaba en contra de lo “peligroso”
para los niños y niñas, de lo "antinatural", de lo "malo" para la sociedad, de lo "enfermo" y "perverso", es decir se llamaba a la aniquilación legislativa por homofobia de un derecho patrimonial naciente de las personas, aniquilación de
derechos que en tales voces adultas (de padres, madres y sacerdotes) pronunciadas
este fin de semana y llenas de miedo e ignorancia, que hoy se fraguan en los
votos de algunos manos derechas de políticos de derecha pueden, en un sentido u
otro considerarse la aniquilación también de personas, esto sí es intolerable.
Por lo pronto, al menos nos llevaron a la congeladora legislativa por un rato,
pero no a la social, aquí seguimos vivos, soñando, prosperando, celebrando y
amando, al tiempo, que aún como gays, asistimos a la bendición espiritual de
matrimonios heterosexuales de personas que amamos y apreciamos.
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