Emmanuel es un bello recuerdo de mi juventud;
comenzó con su hermosa figura suspendida en el
aire,
notas de una armonía, mientras era el verbo de
su arte.
Danzar.
Es una provocación a la que aplaudí de pie;
mientras otros lo deseaban en silencio o… escupían
el piso,
maldiciendo los sepultados dioses a los que
bailó.
Admirar.
Emmanuel es el desayuno al que acudí con mis
fantasías
y admiración de juventud como tentempié,
para sus grandes ojos que, sin hablar
confesaron.
Desear.
Es el sí de una mañana en que ni siquiera
preguntó,
certeza confirmada en las formas de su querer.
Dime Emma, ¿sabes cuánto te amo?
Sentir.
Emmanuel es la hora de la cena en el sillón,
con su mueca de genio y satisfacción
incansable,
la misma que le conocí sobre un escenario.
Cautivar.
Es un cuerpo agotado que reposa entre mis
brazos,
conciliando todos los sueños postergados,
con sus besos de presente que se sienten a
futuro.
Soñar.
Emmanuel es aquella magia de la que me habló,
creatio ex nihilo de un precioso espíritu artista.
En el principio su talento que he gozado en
piel y…
Amar.
Emmanuel hoy
se cuestiona si esto es real.
Yo, confiado,
respondo que sí.
Emmanuel es Hoy.
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