miércoles, 19 de mayo de 2010

A propósito del día Internacional contra la Homofobia





Hace ya tiempo que no te recordaba, han pasado diez o… trece años desde la última ocasión que te dirigí la palabra de manera rutinaria, solamente lo hacía cuando era absolutamente necesario, te confieso que me avergonzaba la sola idea de que alguien me viera platicando contigo, más que el hecho de que ganaras el concurso estatal de conocimientos en física por dos ocasiones consecutivas, mientras yo, a duras penas llegaba a cuartos de final y nunca pude medirme con los más inteligentes de esa generación de secundaria. 1996, en mi mente ni siquiera cruzaba la idea de asumirme como homo, gay o joto como me definía en ese momento; tú en cambio, seguramente adelantado por la inteligencia con la que siempre venciste a tus rivales en aquel momento, decidiste enfrentar al mundo y asumirte como lo que eras, una loca sin remedio.



Nunca te insulté en el salón de manera directa, pero sí permití que hablaran mal de ti frente a mí, por ser como eres pensé que no te merecías el menor respeto, no era posible que alguien que actuara como tú se mereciera alguna consideración, obviamente esas ideas tontas ya las superé. Si te dejaban ser así y ser feliz seguramente alguien más trataría de imitarte, supongo que ese era el mayor temor del prefecto Adrian cuando te puso a cantar a pleno sol del medio día – tengo un moñito morado, porque me siento enamorado ….- no recuerdo que más boberías decía su estúpido correctivo, te lo hizo en dos ocasiones, o no sé si más que no me haya dada cuenta, a golpe de humillaciones te quiso sacar lo maricón y nunca pudo, tampoco pudo quebrarte la integridad; a otros, que nos sentíamos más hombrecitos que tú, en más de una ocasión nos sacó una lágrima de rabia por lo ojete que era, era un experto para humillar alumnos (supongo lo sigue haciendo al amparo de nuestro precario sistema educativo), pero a ti solo te sacaba carcajadas cuando comentabas con tus amigas los pormenores del castigo. El sarcasmo, poderosa herramienta para vencer los más blindados prejuicios y el dolor.



La última ocasión que te dirigí la palabra con algo de interés y respeto, fue cuando tuvimos que hacer equipo contigo yo y dos genios más de la "secu" para sacar adelante el proyecto de mayor orgullo para esa generación de secundaria, le valió el equipamiento del salón de cómputo a una escuela cuyo mayor orgullo eran sus grandes maestros que nos trataban de enseñar respeto en el aula, mientras el prefecto en el patio nos enseñaba a discriminar. El proyecto se llamaba "Guanajuato, ciudad de encanto", patrocinado por el ILCE, en fin… a ti, a mi, y a los otros dos, nos valió un diploma y una precaria beca de doscientos cincuenta pesos mensuales del futuro gobierno del "cambio", necesitaban tu cerebro pero no tu ser, por eso, a pesar de ser el que se encargó de coordinar el esfuerzo de los cuatro, no te dejaron hacer la presentación del proyecto porque no podías dirigirte con el - respeto que se merecían- (palabras más o menos de la orientadora educativa) hacia los evaluadores argentinos y peruanos del ILCE, que aprobaron nuestro proyecto, lo publicaron y lo premiaron, supongo que a la fecha es un orgullo que poco recuerdas, también nos valió tres meses de clases de computación en el último año de nuestra generación, las primeras que se daban en la escuela con computadoras nuevecitas producto de ese esfuerzo de tantos, el tuyo fue doble, yo, únicamente de la escuela a mi casa a jugar o hacer tareas de vez en cuando, mientras tú, de la escuela a deshojar y poner a cocer los kilos elotes que tu mamá vendería al día siguiente, además de las tareas, que siempre hacías.



Matemáticas de tercero fue la clase donde te mandé a la chingada cuando te atreviste, durante un trabajo en equipo, a escudriñar mi esencia, fuiste de los pocos que se dio cuenta de lo que realmente era yo en ese entonces, el yo con el que me dormí muchas noches esperando despertar siendo otro, sólo te retire el habla para hacerlo cuando fuese absolutamente necesario, mi indiferencia hacia ti fue el escudo que utilicé pero no verme descubierto; otros, que a la fecha he descubierto son también gay aunque más infelices que tú, decidieron hacer una queja extendida a sus padres, ahí comenzó el último calvario de esta etapa de tu vida. Una junta urgente convocada por la orientadora educativa a petición de un grupo de padres indignados por tu forma de ser, te valió una inquisición de la que no fui testigo directo pero sí obtuve testimonio de mi propia madre que en esa ocasión decidió asistir a la junta conmovida por lo absurdo del tema, tú enfrentando las acusaciones de tres adultos con la antorcha en la boca que exigían se te expulsara por tu conducta inmoral, los hechos: eras muy maricón, tocabas a algunos chavos en los baños (yo creo que sí aunque no me consta, pero si me llegó el rumor que más de una ocasión alguno te buscó para ello), además de que eras pobre (eso no lo dijeron de manera directa, pero creo que también fue tu pecado cuando uno de los flamígeros padres te sentenció también por no llevar ropa muy limpia a esa reunión), dos docenas de padres solo miraron sin interceder por ti, solo dos intercedieron a tu favor tratando de ser más comprensivas, mi madre y otra señora (madre inteligente de una que sería mi mejor amiga preparatoriana), creo que a las dos la vida les enseño lo mal que se siente ser discriminado, una bastarda y luego huérfana desde temprana edad, la otra viuda y despojada en los inicios de su maternidad (esas son historias aparte), de nada les sirvió tratar de interceder por ti, pues tu madre también te sentenció y selló el veredicto jaloneándote enfrente de todos esos páter familia. El moretón que tenías en la mitad de tu brazo derecho y los ojos quebrados con los que llegaste a dos días de aquella lapidación moral me hace pensar que el castigo se hizo un tanto más extensivo, nadie de los moralinos prefectos y maestros, salvo dos que aún admiro, se escandalizaron por esto.



En los últimos tres meses de clases juntos, parecía que habían logrado obtener su recompensa, quebrarte la voluntad de ser tú, la voluntad de ser que muchos aún siguen o seguimos buscando pero que no tuvimos o tenemos tu valor, así te fue. Ibas a clases y entre las sumas, las restas y tu silencio anormal seguías siendo un niño de diez en matemáticas, física y química, en una boleta cifraste y tasaste, supongo yo, la necesidad de ser perdonado en tu casa; el estigma y el aislamiento social marcaron tus últimos días de educación, solo terminaste la secundaria, porque yo creo que en tu camino te encontraste a alguien más que no sabía sumar como tú pero sí restar mucho y saliste sobrando, como mucha gente a la que pensar y ser auténtica se le tiene prohibido en este país. Yo continué mi camino y pasaron cuatro años para que tuviera el valor y el coraje de aceptarme y aceptarte para voltear a verte y darte un saludo rápido en tu puesto callejero, tuviste que salir adelante con lo mejor que sabías hacer además de las matemáticas, y ahí sigues casi a diario, ahora creo que lograste la reconciliación con tu madre, de vez en cuando paso y te veo sentado mientras ella te cepilla el cabello largo, también creo que encontraste un compañero de lucha, a leguas se nota que es tu pareja y que te quiere, juntos se gastan las suelas en esa esquina de la Avenida Juárez, me pregunto: ¿Con qué cara voltearan a verte el prefecto Adrian, la orientadora educativa o los padres que te sentenciaron por ser como eras?, espero que con la de vergüenza, pero de ellos mismos; no se puede volver atrás, ni mucho menos reparar lo que te hicieron, quizá tampoco puedas volver a ser una persona de diez, ni muchos menos ganarme un concurso de conocimientos a trece años de mejores oportunidades que he tenido, ni siquiera creo que esos tres meses de clases de computación que con tu esfuerzo conseguiste para nuestra secundaria te sirvan para leer esto en internet; lo que me agrada, es que a unos pasos de la esquina del Mercado Hidalgo, en ocasiones, escucho tus carcajadas, igualitas a las que usabas en 1996 para defender y reafirmar tu voluntad de ser, creo que la felicidad es lo único de no te podrán quitar nunca y ahora me uno a esta causa para que jamás alguien vuelva a intentar quitársela a otro niño de diez en secundaria.


POR UNA VIDA INTERNACIONAL CONTRA LA HOMOFOBIA EFECTIVA, UNA HISTORIA QUE CONOCÍ DESDE HACE MUCHOS AÑOS PERO QUE APENAS AHORA ME NACIÓ COMPARTIR. Bethesda, 17 de Mayo de 2010.


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